Exiliarse, cambiar de trabajo, bajar el perfil, trabajar en medios con baja exposición o cambiarse de sección, eran algunas de las estrategias que los periodistas utilizaban para sobrevivir. Recursos expresivos como pegar los comunicados militares enteros, sin editar o elaborar, también era una opción. Miedo a utilizar palabras como “desaparecidos”, “represores” o “Derechos Humanos”, formaba parte de la realidad de las redacciones.
El periodista y escritor Eduardo Blaustien, co-autor junto a Martín Zubieta del libro “Decíamos Ayer, la prensa argentina bajo el proceso”, señala que “fueron contados los periodistas que no toleraron la censura y se jugaron. Emilio Jáuregui se jugó antes del golpe y lo mató la Triple A. También lo hizo Rodolfo Walsh, él se animó a decir las cosas”.
Por otro lado, Román Lejtman, periodista y actual Director de Contenidos de América 2, agregó que “trabajar en los medios en los setenta oponiéndose y resistiendo a los maltratos, no implicaba quedarse sin trabajo, era directamente, la antesala de la muerte”.
Muchos fueron los diarios y revistas que aparecieron y tuvieron su fin durante la dictadura. Un caso particular es el del diario Convicciones, la excepción a la regla, ya que, mientras medios gráficos como “Crisis” o “Humor” sufrían persecuciones, censura y restricción de la libertad de expresión, en 1978, Convicciones estuvo fuertemente vinculada a la Marina y a Massera en particular. “Fue un curioso experimento político-periodístico que abrió un paradójico espacio que los grandes medios cerraban”, agregó Blaustien.
La historia del diario Convicción, es una de las historias de la dictadura militar cuyo repaso devuelve una dimensión oscura, temible, que amplifica y descoloca frente a la posibilidad de discernir atajos, las apuestas simultáneas o paralelas del poder militar.
El 1 de agosto se cumplieron 30 años del lanzamiento de Convicción, un matutino porteño que llegó a tirar 20 mil ejemplares diarios y hasta 40 mil en tiempos de la Guerra de Malvinas. Marcelo Borrelli, autor de El diario de Massera, señala que “es un diario que nace vinculado con el bloque de poder, la dictadura, la Marina y principalmente su jefe, Emilio Eduardo Massera”. Moderno y en formato tabloide, “buscaba heredar cierto estilo de “La Opinión”, en tanto diario alterno a la prensa tradicional, aunque con un sesgo político que, si bien matizaba a la dictadura según sus sectores y se permitía la crítica de algunos aspectos de la agenda pública, la tenía como base de sus condiciones de existencia” concluyó Blaustien.
Se publicaban notas especiales sobre Proust y Alejandra Pizarnik, Günter Grass y Milan Kundera. Había espacios para el panorama teatral, cinematográfico y de la plástica.
El periodista Claudio Uriarte afirma que “en la sección Espectáculos se hacían notas reivindicando los derechos de los gays y notas feroces contra la censura cinematográfica. Se publicaban reseñas de los que se estrenaba en Europa y aquí se prohibía”.
En Convicción trabajaron Jorge Castro, Carlos Fernández, Enrique Macaya Marquez, Jorge Manssur, Any Ventura, Marcelo Araujo, Fernando Niembro, entre otros.
Otro medio que supo enfrentarse con estoica valentía a aquellos que ejercían la censura, pero que, sin embargo, fue víctima de persecuciones y restricciones fue la revista Crisis, editada desde 1973 a 1976 (hubo un regreso en 1984), publicó 40 números en 80 páginas. Era mensual y su tiraje llegó a 50.000 ejemplares. Ideada por el empresario y coleccionista de arte Federico Vogelius, el director editorial de “Crisis” fue Eduardo Galeano. Julia Constenla fue la secretaria de redacción. Allí escribían Aníbal Ford, Juan Gelman, Rogelio García Lupo, Jorge Rivera, Eduardo Romano, entre otros. “Una de las búsquedas fundantes de la revista fue la democratización de la cultura. Crisis ponderó la estrategia de resignificar las jerarquías simbólicas entre cultura alta y popular e, incluso, disolverlas” explicó la investigadora María Sondereguer.
Heredera de la tradición de la revista uruguaya “Marcha” y de “Primera Plana”, “Crisis salió en un momento de ruptura del orden, de rejerarquización de las problemáticas políticas por sobre las problemáticas del campo cultural” agregó la historiadora. También comentó que “hubo una muy fuerte ampliación del público lector, con nuevos adiestramientos de lectura. En las condiciones de producción y circulación de Crisis hay una transformación del público lector, el espacio editorial y la oferta simbólica”.
Detrás del fenómeno cultural que fue Crisis estaba Vogelius, quien fue perseguido luego del golpe militar de 1976.
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