El espejismo del optimismo:




Netanyahu y Milei ante la catástrofe.

(Cuando el poder habla como si no doliera)

Hay discursos que no informan: anestesian. Palabras que no iluminan, sino que ciegan. Líderes que no apelan a la verdad, sino al espectáculo de la mentira. En distintos extremos del mapa Israel y Argentina , dos presidentes despliegan el mismo mecanismo: transformar el desastre en promesa, el sufrimiento en una etapa gloriosa, la desesperación en mérito propio. Netanyahu y Milei gobiernan con una forma peligrosa de optimismo: *el optimismo como falsedad política

No se trata de esperanza. Se trata de manipulación. De blindar el poder con palabras positivas mientras la realidad se derrumba.
 Se trata de reemplazar la angustia social con frases de autoayuda al mejor estilo evangelista,, como si los pueblos pudieran comer relatos o vivir de consignas.

Netanyahu: el optimismo bélico

Benjamín Netanyahu habla como si lo que ocurre en Gaza fuera una molestia temporal, un daño colateral camino al triunfo moral.
Mientras el mundo ve hospitales arrasados, niños enterrados, familias borradas del mapa, él repite que “Israel está ganando” Promete seguridad mientras siembra terror.
Habla de paz mientras bombardea.
Dice que todo está bajo control, pero lo único que controla es el relato.

Su optimismo no es otra cosa que negación.
Se construye a partir del silencio sobre los crímenes, sobre el dolor civil, sobre el uso desmedido de la fuerza. El líder israelí no necesita responder por la tragedia humanitaria: le alcanza con vestirla de estrategia. Convertir el horror en narrativa redentora es su mayor habilidad.
 Y también, su peor crimen político.

Milei: el optimismo del abismo

Del otro lado del mundo, Javier Milei se jacta del ajuste más brutal en décadas diciendo que “no tiene costo social”. Habla de milagro económico mientras crece la pobreza, de libertad mientras crecen los presos políticos, como antaño, mientras se apagan las escuelas y los hospitales.
No hay curva que lo obligue a reconocer el hambre.
No hay plaza llena que lo inquiete.
Porque en su relato, la destrucción es prueba de que va por el buen camino

El Presidente argentino ha hecho del delirio una narrativa.
Se enfrenta a enemigos que él mismo inventa la casta, los planeros, el Estado y promete un futuro resplandeciente que siempre está fuera de alcance. Mientras tanto, repite que todo está bien.

Que estamos mejor.
Que la inflación baja, aunque los precios suban. Que la gente lo apoya, aunque no lo vote.

No necesita hechos: le alcanza con la épica
 En su lógica, el presente es irrelevante si puede prometer un mañana glorioso. Aunque ese mañana nunca llegue. Aunque el presente duela.

El método: negar para gobernar

Netanyahu y Milei utilizan el lenguaje como dispositivo de anestesia social No reconocen el sufrimiento porque no les conviene.
No admiten errores porque creen que eso los debilita. No hablan con la verdad porque han elegido otra moneda de cambio: la ilusión

Ambos venden la esperanza como producto Pero no una esperanza real, nacida de la solidaridad o el trabajo colectivo, sino una esperanza impostada, construida desde arriba, como un espejo roto que siempre devuelve una imagen distinta de la que vivimos.

Mientras tanto, el pueblo resiste en silencio.
O grita en las calles.
O cae en el campo de batalla.

La conclusión que incomoda

El discurso optimista, en manos de gobiernos autoritarios o violentos, se vuelve un arma política.
No cura: encubre.
No alienta: manipula.
No construye futuro: posterga el presente hasta hacerlo insoportable

Netanyahu y Milei no son optimistas. Son gerentes de la negación
Y cada vez que dicen que todo está bien, hay que mirar alrededor:
porque probablemente alguien esté perdiéndolo todo.


Mabel Pappano Abraham
Legislafora (MC)
Frente Vocación Nacionalista

A los 15 días del mes de julio de 2025 en mi Distrito de General San Martín.

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