Para las generaciones que no lo vivieron, el bombardeo a Plaza de Mayo es apenas una foto en sepia, un video en blanco y negro, casi una ensoñación borrosa.
Pero fue real.
Tan real como el odio visceral que se alzó contra Perón, como lo ha hecho siempre contra el peronismo.
Había que arrancar de raíz —decían— la peste nacional que encarnaba el General.
Y así, a cielo abierto, descargaron la muerte sobre su propio pueblo.
Vinieron años de persecución, de listas negras, de desapariciones, de dictadura.
Y la historia —esa obstinada— se alzó una y otra vez, cada vez que la injusticia quiso imponerse por la fuerza.
El pueblo, como una pleamar que no se rinde, vuelve siempre a ocupar su lugar.
Y también vuelven ellos —los de siempre— con su violencia, queriendo extirpar derechos y memorias.
En el vaivén de estas aguas, el tiempo escribe sobre generaciones que ya no logran descifrar sus textos,
avasalladas por la desinformación, por relatos contados desde trincheras extranjeras.
Pero la historia no pide permiso.
Cruza los semáforos en rojo, se desarma y se recompone,
y sigue su curso, errático y tenaz,
mientras el hombre insiste en cambiar el destino por la fuerza, por el odio.
Y sin embargo,
es el alma de los pueblos —esa brisa antigua y sutil—
la que finalmente escribe,
la única que deja huella en los renglones del tiempo.
Mabel Pappano
Frente Vocación Nacionalista
A los 16 días del mes de junio de 2025, en mi distrito de General San Martín.
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