Este artículo sobre el ya centenario genocidio
del pueblo armenio a manos de los turcos es el producto de dos
registros; uno objetivo y otro subjetivo. Intento evaluar un tema en el
que se intersectan la política interna, la exterior y los derechos
humanos y lo hago anclado en mis convicciones como descendiente de
armenios. Mi argumento es que desde hace un tiempo se observa un menor
interés en el respaldo y respeto a la recordación de ese genocidio en la
agenda diplomática del país, a tal punto que se está ad portas de
abandonar los tres hitos que en esa materia signaron Raúl Alfonsín,
Néstor Kirchner y un fallo de la justicia.
En 1987, el presidente
Alfonsín reconoció abiertamente el genocidio, siendo la Argentina uno de
los primeros países en el mundo en hacerlo después de que la
Subcomisión y la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU aprobara en
1985 y 1986, respectivamente, el denominado “Informe Whitaker” que
explicitó que lo sufrido por los armenios en 1915-1923 constituyó “el
primer genocidio del siglo XX”. En 2007 el presidente Kirchner promulgó
la ley que declara el “24 de Abril, Día de Acción por la Tolerancia y el
Respeto entre los Pueblos” en homenaje a las víctimas del genocidio
armenio. En 2011, en el marco del “derecho a la verdad”, hubo una
sentencia que resolvió que Turquía había cometido un genocidio contra el
pueblo armenio.
En la Argentina y en torno al genocidio armenio supo
primar una política orientada por valores y enraizada en la ominosa
memoria de la última dictadura. Por años, y no sin vaivenes, ese
sustrato subyació a la diplomacia. Con el segundo mandato de Cristina
Fernández se observó una política de ajuste entre valores e intereses.
Una combinación de factores contribuyó a desvalorizar el genocidio
armenio en la estrategia externa: las cambiantes dinámicas geopolíticas a
partir de la Gran Recesión iniciada en 2008; la búsqueda de nuevos
socios internacionales por parte del gobierno; y el intento de Turquía
de proyectar su presencia en América Latina.
Para algunos, por
ejemplo en la Cancillería, era oportuno dejar de “insistir” con el
genocidio armenio; resultaba atractivo acercarse al por entonces “modelo
islámico” a imitar--el turco—en los albores de la Primavera Árabe; y
conseguir un lugar en algunos de los foros de los países emergentes
asociándose a ciertos poderes regionales. El viaje de Cristina a Turquía
en 2011, su negativa a recibir al Presidente de Armenia, quien visitó
la Argentina en 2014 y la identificación de Turquía entre los 15 países
prioritarios para aumentar el comercio a partir de 2014, de acuerdo al
Programa de Aumento y Diversificación de las Exportaciones del
Ministerio de Relaciones Exteriores, fueron señales claras del giro
indicado. Por supuesto que a priori no debiera existir una contradicción
ineludible entre defender valores y promover intereses. Máxime cuando
en el mundo hay casos que muestran que el equilibrio valores-intereses
es factible. Por ejemplo, en 2016 el parlamento de Alemania—país en que
la primer minoría la constituye la población de origen turco--aprobó por
unanimidad una resolución sobre el genocidio armenio; año en que las
exportaciones alemanas a Turquía alcanzaron a US$ 21.478 millones (en
2016 nuestras exportaciones a Turquía fueron de US$ 382 millones).
En
2015 Cambiemos anunció una reorientación en varias líneas de la
política exterior. En cuanto al genocidio armenio dos datos sugerían que
tendría un lugar destacado en la política internacional. Por un lado,
en 2010, el primer ministro turco, Recep Erdogan, canceló su visita al
país pues el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, encabezado por
Mauricio Macri, no autorizó el emplazamiento de un busto de Mustafá
Kemal Atatürk. En 2012 cuando Macri viajó a Armenia dijo: “Recordar el
genocidio armenio nos convoca a trabajar por el fortalecimiento de la
sociedad para inculcar los valores del respeto”. Por el otro, la
presencia de la UCR en la coalición gobernante auguraba que se
preservaría el sentido histórico de la decisión de 1987. Sin embargo, el
actual gobierno parece mostrar, en el tema armenio, continuidad con el
segundo mandato de CFK pero insinuando un desbalance entre valores e
intereses.
Luego de su visita la Argentina en enero de 2017 el
canciller turco, Mevlüt Çavuşoğlu, señaló a los medios de su país que,
respecto al genocidio armenio, recibía “con gran aprecio la postura de
Argentina” pues “el genocidio no es genérico, sino una expresión
jurídica”; lo que al parecer no cabría para aplicar al caso armenio. A
pesar del bajo nivel de exportaciones que muestran las cifras de 2016
¿qué ambiente oficial se encontró el canciller turco para colegir que en
la Argentina no se ha reconocido política y legalmente el genocidio, o
que se ha revertido la posición que un amplio abanico de partidos,
organizaciones y personalidades ha validado desde el advenimiento de la
democracia? Por esto, este 24 de abril, la conmemoración del 102
aniversario del genocidio armenio es francamente inquietante.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT)
La crisis alcanza niveles insospechados sólo queda la alternativa: "o nos salvamos todos, o nos hundiremos juntos"
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