Los Ministros y funcionarios del gobierno de Israel sabían acerca de
la matanza y no hicieron nada para impedirla, sino que apoyaron a las
milicias falangistas iluminando con reflectores y bengalas el campamento
de refugiados; los soldados israelíes habían repartido previamente las
bolsas para los cadáveres
Mientras la Cruz Roja maneja la cifra de alrededor de 2.400 víctimas,
las fuentes cristiano-libanesas, israelíes y árabes afirman que a raíz
del “conflicto interno” la cifra de muertos es de “algunos centenares”.
La masacre produjo un gran escándalo internacional, que conmovió
además a la opinión pública israelí, produciendo una profunda crisis
política. Pocos días después se registró la movilización más importante
en la historia de Israel, en la que participaron 400 mil personas que
respondieron a la convocatoria del movimiento pacifista Shalom Ahshav y
de la oposición israelí. Exigían una investigación independiente que
aclarase lo sucedido y definiera responsabilidades.
Menahem Begin, tuvo que acceder al reclamo y tres días después
encargó al presidente del Tribunal Supremo, Yitzhak Kahan que formara
una comisión investigadora. El informe final de la Comisión Kahan se
hizo público en febrero de 1983. Señaló a los cristianos falangistas
como autores materiales de las muertes, y critica duramente la
indiferencia e imprudencia de algunos ministros y mandos militares,
además de calificar de «negligencia grave» la conducta del general
Rafael Eitan, jefe del Estado Mayor, y considera que Ariel Sharón «faltó
a sus obligaciones», por lo que recomienda su renuncia como ministro de
Defensa
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